lunes, 6 de abril de 2009

ven conmigo tú también


Si Xabi Duría estaba llorando era por limpiar y lubricar el alma, porque de la música no sólo le interesaba, como a Lennon, lo que todavía no sabía de ella. No.

Después de sortear dos sillas, grandes y robustas, se detuvo delante del mueble más importante del salón y leyó en los laterales estrechísimos de sus elepés y cedés:

The Beatles 1967-1970; Bob Dylan, Blonde on Blonde; Tom Waits,
- con el dedo seguía la trayectoria de los títulos que leía -
Rain Dogs; Leonard Cohen, Various Positions; Ben Webster,
- cambió de estante agachándose un poco -
Ballads & Blues; The Frames,
- tengo ganas de escuchar Lay Me Down, pensó -
For the Birds; Eric Clapton´s Rainbow Concert
- Joder, con Pete Townshend y Steve Winwood. Buenísimo, dijo, como si se lo estuviese recomendando a alguien y volvió a pensar: Adoro la música -

Y fue cuando rompió a llorar, por limpiar y lubricar el alma, insisto.

Xabi decidió entonces caminar por no formar charco y serían las doce y media cuando llegó al Parque del Comodoro Peryllas, marino de leyenda y figura hercúlea. A lo lejos se extendía una alfombra que aunaba unos diecisiete verdes diferentes por lo menos y junto a él convivían margaritas y rosas.

Sentado en aquél banco de madera sentía que estaba en el infinito mirando el mundo desde el otro lado. Era como si en cualquier momento pudiese aparecer John paseando, como si nada. Allí podría inventar el concepto de la nada si no fuese porque ya se había inventado. Dejó entonces de llorar y se distrajo con una hormiga que se esforzaba por subir a uno de sus zapatos. Creo que era el derecho.

Después de dar unas cuantas vueltas patosas por culpa de los restos de betún, la puta hormiga se puso a trepar por un tronco de tela vaquera hasta llegar a la altura de la pretina. Ahí se detuvo y echó unas carreras alternando un huevo y otro hasta que se fue por donde vino.

Xabi intentó entonces recuperar la sensación de inmensidad que había perdido hacía pocos minutos, antes de empezar a leer los créditos y letras del disco elegido, hasta que vio como se dirigían hacia él por lo menos un centenar de hormigas. Parecían locas insulsas recién salidas de OT pero enseguida reconoció a la de antes - dirigía el rebaño - y miró alrededor. No, esto sí que no lo voy a consentir, balbuceó Xabi. Odiosa multitud, pensó sin balbucear.

Se levantó y se fue paseando hasta los campos de fresas, donde nada es real y no hay nada que temer, lento, muy lento y con Filosofía Barata de Luis Gago virgen de lectura, pero con el alma limpia y lubricada. Yo me voy con él: ven conmigo tú también.