viernes, 1 de mayo de 2009

Antonio Vega en Abraxas


El 26 de diciembre de 2008, en un local de Mallorca de cuyo nombre me gustaría no acordarme, tocó Antonio Vega rodeado de tres malas compañías: una guitarra que no era la adecuada, un teclado que sonaba como sólo se suena en los hoteles de media estrella y una decoración de horribles guirnaldas made in china propia de Belén Esteban.

Le habré visto tocar en directo más de diez veces pero menos de doce. Me lo tengo imaginado tocando en el Rick´s Café Americain de Casablanca, en el Royal Albert Hall de Londres o en cualquier otro garito que por serlo se supone perfumado con eau de feelings, pero nunca en un establo rodeado de bueyes, mulas y estiércol. ¿Será porque se había anunciado como concierto de navidad?

Si Dylan tuviese que tocar en las mismas condiciones se parecería más a un Bobo que a Bob y Waits se llamaría Tomto en vez de Tom. Menos mal que éramos muchos los nostálgicos que estábamos allí para adorarle y llevarle oro, incienso y mirra.

La primera sensación que tuve al entrar en la sala fue una mezcla de angustia y asco, probablemente por culpa del olor a vaselina de gogós, al momento tuve la segunda, tristeza, porque el ambiente que proporcionaba la sala con su patética decoración era el más propicio para que en cualquier momento entrase Bustamante a pedir una copa, o Bisbal, o Pitingo, o Xoel, o Zac Efron o algún bicho similar.

(Hace muy poco leí que si un padre no sabía que era eso de High School Musical era porque, una de dos: habla poco con su hijo o éste habla poco con aquél. A lo mejor es porque los dos procuran no hablar de gilipolleces)

Cuando Antonio apareció en escena y encendió un cigarrillo, al instante me di cuenta de que en la atmósfera empezaba a flotar un humo que parecía inmortal y dibujaba formas de aura, con una luminosidad azulada. Formaba nubes de un gris que vaticinaban lluvias; las cristaleras con vistas al Paseo Marítimo producían un viento que las movía y la respiración de Antonio provocaba remolinos mientras su cuerpo desprendía un sudor con olor a incienso que ascendía hasta el techo en forma de vapor de agua: La sala tenía su propia troposfera. Bienvenido a la creación, a la quietud y al lento contemplar.

Luchando por la primera fila tiré sin querer un vaso de tubo que, por ser de cristal, sonó como un trueno al impactar con el suelo y se me cayó el pitillo que, por culpa de estar encendido, lanzaba chispas eléctricas durante su caída con una intensidad que parecían rayos. Yo me sobrecogí ante mi fantasía meteorológica y solté un par de joderes, hostias y me cagos en la puta por el desastre. Sonaba una décima de segundo y miré el ángulo formado por él y por mí.

Al final de la homilía sentí que las luces daban la vida sin ser Dios y tuve la enésima oportunidad de saludar a Antonio en un cuartucho del tamaño de un WC de PVC portátil. Los de la ceja aun estarían calculando cuántas veces le había visto mientras yo me despedía con un abrazo de esos que sólo se dan con el alma, de esos que no entienden de idiomas. Lo dan en silencio pero son verdaderos y duraderos, en el tiempo y el espacio, porque el corazón cuando late se escucha a modo de sexta cuerda y se lee en braille gracias a los signos en relieve que dejan sus latidos. Me fui deambulando por las aceras, tropezando con las ideas, sabiendo que soy de donde piso y leyendo su dedicatoria: una vez más nos encontramos en el camino. Hasta pronto. Tu amigo, Antonio Vega.

6 comentarios:

  1. soy fan de antonio vega y acabo de alucinar.sin palabras.genial.

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  2. paranoia guapa.lo lei en una decima de segundo.esto es savia nueva.

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  3. ...He pasado por un mar de emociones ....me has contagiado la risa, sola en este espacio como una loca a carcajadas....y el abrazo tan sentido me ha llenado, lo he sentido y me ha emocionado...gracias por estas dosis de creatividad

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  4. Bella manera de sentir la música. Bella manera de no quedarse en las notas que suenan. Bella bipolaridad musical. Bella crítica, como bella la musica de Antonio Vega.

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  5. Acabo de abrir una botella de mi mejor ginebra para celebrar que, dados los tiempos que corren, no tengo nada que lamentar. Quizá buscaba ayuda en el "alegre" lamento de de la voz de Antonio Vega mientras el humo de su cigarro nos dibuja una corchea que marca la el "tempo" que nos queda de vida a los que, como él, le ponemos una buena distorsión al amplificador de nuestros pulmones.
    Gracias savia nueva, gracias Antonio, por darme la excusa para la segunda copa. Va por vosotros.

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  6. precioso texto, estara en el sitio de su recreo.

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